Normalmente cuando escribo me fluyen las palabras solas, como si un torrente de agua emanara de la tierra con fuerza, para expresar lo que siento; pero en esta ocasión no es así.

Por norma general la escritura para mí es terapéutica, es mi válvula de escape junto a la lectura. Hace muchos años alguien a quien he querido y sigo queriendo muchísimo dijo que escribir le ayuda a ordenar sus pensamientos, a mí me sucede lo mismo. Escribir es mi toma de tierra, un equilibrio emocional, una reconciliación conmigo misma. Cuando comienzo a escribir mis pensamientos se ordenan y fluyen las palabras solas, salvo hoy.

Hoy las palabras se atascan, y tal vez sea, porque se sienten incapaces de ordenar mis pensamientos; unos pensamientos que están muy desordenados por unos sentimientos de tristeza y confusión, causados por la incomprensión del ser humano. Quién me conoce bien sabe que tras esa aparente impulsividad hay detrás mucha reflexión. Un ejercicio que suelo realizar a menudo es hacer una introspección interior, lo cual, conlleva una gran dosis de análisis, y esto lo suelo aplicar a la vida y convivencia con mis semejantes; es precisamente por eso que me embargan unos sentimientos de tristeza mezclada con decepción.

Es muy triste ser testigo involuntario de como te otorgan el título de juez. Es decepcionante que tus palabras sean una y otra vez tergiversadas por no querer comprender, y no por falta de comprensión…

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