Un tímido sol comenzaba a abrirse camino entre las nubes, dando luminosidad al día gris que había amanecido. La temperatura era muy agradable para finales de octubre. Desde de la ventana del hotel, Nicolás contemplo extasiado, como si de un cuadro de Monet se tratara,  el parque vestido de otoño.  La mezcla de colores que tenían los árboles era impresiónate, verdes, amarrillos verdosos, naranjas, ocres. El sol se filtraba entre sus ramas y un leve viento los mecía, despojándolos de  sus caducas hojas y formando con ello una colorida alfombra que los transeúntes pisaban sin pararse a pensar   en cuanta belleza los rodeaba.

Nicolás, dio un sorbo al café y se dejo caer en el sofá que tenia al lado.― Un hermoso día para despedirme ― pensó.

― ¿Nostálgico?― Era Laura que acababa de entrar y se disponía  a sentarse a su lado.

― Ya estás aquí― dándole un abrazo y un sonoro beso, como cuando era niño.― ¡Pero ¡qué guapa!  Voy a ser la envidia de todos los hombres en la sala.

― ¡Ay mi niño! Sigues tan zalamero como siempre―, Laura miro a Nicolás, y a pesar de que los años que habían pasado, reconoció aquel niño asustado y herido que había conocido hacia muchos años en el metro.

―Ya sabes que tú para mí siempre serás El Hada de la Sonrisa. Tu sonrisa nos salvo a mi abuelo y a mi aquel fatídico día.

―Ya estoy vieja y achacosa (Laura levantándose con dificultad del sofá). Son casi ochenta y cinco años los que llevo a mis espaldas.

―Da igual los años que cumplas. Tu sonrisa continúa igual. Además no podemos defraudar a mi público. Tú eres la inspiración de mi concierto para piano más famoso y hoy por fin, van a conocer  al Hada de la Sonrisa.

―Pues no los hagamos esperar.

La sala que había habilitado el hotel para la rueda de prensa esta a rebosar. Ningún medio de comunicación quería perderse la noticia que iba a dar en persona el gran Nicolás Casaus. Famoso pianista  que eran tan conocido por su arte como la discreción en de su vida privada. Apenas se sabía nada de ella, para  su público era un gran desconocido, ni siquiera se sabía que le  había causado esa cojera que acusaba desde niño.

Con paso firme, elegantemente ataviado con un traje negro, acompañado de su inseparable bastón y con una elegante anciana del brazo, entro en la sala. La ayudo a acomodarse en la silla que se encontraba detrás de la mesa desde la cual daría la rueda de prensa.

La expectación era máxima en la sala. Casi nunca daba ruedas de prensas y mucho menos concedía entrevistas, así que algo muy importante iba a comunicar, ya que lo iba a hacer él en persona.

El murmullo de los allí presentes quedo ensordecido por la contundente y aterciopelada voz de Nicolás.

―Buenos días. En primer lugar quiero agradecerles su presencia. Soy  Nicolás  Casaus, por si alguien no lo sabe, (con sonrisa burlona). El motivo de esta rueda de prensa es anunciar que me retiro. Este es el último concierto que doy.

La sala se lleno de murmullos y cuchicheos fruto de la sorpresa. Fue una joven periodista la que comenzó con las preguntas.

―Señor Casaus ¿Existe algún motivo en particular para tomar esta decisión?

―El motivo es, que todo el mundo se jubila, ¿no?, me ha llegado la hora de la jubilación.

―¿Por motivos de salud?― Pregunto otro periodista desde la otra punta de la sala.

―No ―afirmo con rotundidad Nicolás―. Llevo muchos años dedicándome a esto y todo tiene un principio y un final.

 ―Señor Casasus ¿Es consciente del gran vació que va a dejar en el mundo de la música?― se escuchó desde el centro de la sala.

―Nadie es imprescindible― afirmo Nicolás con una sonrisa.

―Su público se va a quedar huérfano―, se oyó decir sin saber quién lo había dicho.

Con un amago de sonrisa Nicolás abandono la mesa y se acercó  a Laura que estaba sentada en la primera fila. Con sumo cuidado la ayudo a incorporarse. Ya juntos sentados frete a la prensa y con la máxima expectación en la sala Nicolás comenzó a hablar de nuevo.

―Queridos amigos de  la prensa, les presento a Laura  Valverde. Ella es quien ha inspirado mi concierto para piano más famoso El Hada de la Sonrisa. Siempre  se quejan que no saben nada de mi vida privada, Les voy a dar un regalo de despedida.

De nuevo murmullos y sorpresa entre los asistentes. Todas las miradas estaban clavadas en Laura. Aquella anciana de pelo gris, ojos verdes, elegantemente vestida y con una sonrisa que trasmitía paz. Fue Laura quien acallo los murmullos con un hilo de voz.

―Buenos días. Supongo que no se esperaban que una anciana fuera la inspiración del Hada de la Sonrisa. Les puedo asegurar que no siempre he sido así―, al tiempo que la sonrisa de Laura iluminaba la sala.

―Seguramente, intervino Nicolás, muchos de de ustedes no lo sepan dada su juventud. Hace muchos años, hubo un accidente en el metro de Barcelona y en ese accidente nos vimos implicados mi abuelo y yo. Tenía siete años y como cada tarde cogía el metro acompañado por mi abuelo para ir a mis clases de piano. Esa tarde, el destino no tenía preparada una sorpresa muy desagradable. El tren en el que viajábamos perdió el control y estuvimos un día y medio atrapados en el vagón mal heridos. Mi abuelo recuperaba la consciencia a ratos y yo me mal herí una pierna. Consecuencia la cojera  que sufro desde niño. En medio ese ese caos dantesco estaba  Laura. Una joven profesora que iba de regreso para su casa. Laura también resultó herida, pero en todo momento estuvo a nuestro lado. Siempre recordare como me tranquilizaba con su sonrisa. En ningún momento la perdió. Con su sonrisa lograba tranquilizarnos e iluminaba aquella desesperante oscuridad…..Aquella joven de cabello castaño, ojos verdes y dulce sonrisa, era mi hada, que había venido a ayudarme en aquel espantoso trance. Laura era El Hada de la Sonrisa.

―Y sigue siendo ,se oyó  decir en la sala.

¡Efectivamente! Y sigue siendo, afirmó Nicolás al tiempo que le tomaba las manos a Laura y le daba un dulce beso en la mejilla. Ya saben lo que decía León Tolstoi: «Opino que lo que se llama belleza, reside únicamente en la sonrisa.»

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